En San Rafael, los hermanos Félix ya no sorprenden. Desde hace más de dos décadas, Omar y Emir se alternan el poder municipal con una continuidad que, para muchos, roza el feudalismo democrático. La estructura montada en torno a su gestión -sostenida por cientos de contrataciones, alquileres, cargos partidarios y designaciones familiares- ha consolidado una red de lealtades que explica en parte su permanencia.
Para algunos, representan la estabilidad y la gestión. Para otros, encarnan una de las administraciones más sospechadas de clientelismo político, amiguismo, uso discrecional de recursos públicos y falta de transparencia institucional. Lo cierto es que, más allá de amores y odios, cada acción de los Félix está teñida por un aura de cálculo político.
Lo que ocurrió en la tarde de ayer fue un ejemplo más. La participación organizada del Municipio en la marcha universitaria no fue un acto espontáneo de adhesión ciudadana, sino una movilización cuidadosamente planificada, con presencia de empleados, referentes barriales (punteros), militantes rentados y funcionarios, todos bajo el paraguas del aparato municipal. Auspiciados por senadores, concejales y otros matones a sueldo -que usted, señor contribuyente, paga con sus impuestos- ¿El objetivo? Según parece, confrontar. Y si había cámaras, mejor.
Según testimonios y material que llegó a esta redacción, en el Salón Mayor del Municipio -espacio que debería estar reservado para discutir políticas públicas- se evaluaba la jornada entre sonrisas y frases como "salió más o menos como lo planeamos". La postal, difundida por un trabajador de salud, muestra a un Intendente presuntamente afectado por gas pimienta... sonriente, junto a un joven colaborador. La escena, según el testigo, dista mucho de una víctima de represión.
Más llamativo aún es el doble estándar con las fuerzas de seguridad: el mismo Intendente que se victimiza por una supuesta agresión, permite que su militancia -con aval tácito o explícito- increpe, insulte y hasta agreda a efectivos policiales. Los videos están. Y no los grabó ningún medio opositor: fueron sus propios canales de difusión, amantes municipales, los que expusieron la violencia de sus filas.
Este destrato contrasta con la historia familiar. Raro, porque su padre don Chafi Felix, tenía "excelentes" relaciones con la fuerza de seguridad, por algo llegó a ser Intendente en la época más sangrienta e infame de la Republica Argentina. En los "setenta". Lo dijo usted Intendente, no nosotros.
Nada es casual. En política, menos.