El cierre de listas en el oficialísmo mendocino ha dejado mucha tela para cortar. Ahora, cuando la espuma del cierre se disipa, quedan en claro varias cuestiones.
Hacia adentro de la UCR, un marcado reordenamiento de fuerzas que se venía vislumbrando desde hace un tiempo. Más que con nombres, tiene que ver con una manera de hacer política, con una visión, con un sentido de "para qué se está en política".
Durante mucho tiempo (casi 10 años), cierta dirigencia local creyó que "militar radicalismo" era colgarse del poder central, amarrarse al presupuesto con algún cargo, y agraviar a algún dirigente "rival" para contentar a ese líder. Eso sí: de construir un proyecto de poder, plantarse frente a la oposición municipal o defender al gobierno provincial poniendo el cuerpo en las malas, no existía. La receta (exitosa durante algún tiempo) era notoria: esconderse detrás de alguna profesión o negocio rentable, poner en las listas a segundones/as sin ninguna proyección pero manejables y, cerca de cada elección, mostrarse como "los mejores amigos del poder central".
Pero algo pasó. Además del tiempo que todo lo transforma y que visibiliza, más temprano que tarde, las miserias de la política.
Esta vez el poder central no los apañó. No los consintió. Y, en algunos casos, hasta los desprecio. Lógico, fueron muchos años de engaño. ¿Detonantes? ¿Quizás todo lo que ocurrió en este año y medio del segundo gobierno de Cornejo? Que en situaciones difíciles de bancar (lucha antigranizo, fondos de Portezuelo, multisectoriales truchas, etc) los únicos que pusieron el cuerpo y la cara para defender al gobierno fueran precisamente los menos beneficiados, o mejor dicho los perseguidos por aquellos "jerarcas de la obsecuencia". O que en esta ocasión el líder provincial mire el futuro con ojos de bancar a un proyecto real de poder.
O será quizás que está vez el líder optó por apostar a un recambio generacional en serio, con ambiciones de poder real, sin distinguir entre históricos o neos.
Lo cierto es que pareciera que el Radicalismo de San Rafael entra en una nueva etapa. ¿Más transparente? ¿Más estimulante para hacer mejor política? ¿Con protagonistas que pongan la cara y el cuerpo ante la comunidad y no se escondan detrás de prebendas? El tiempo lo dirá. Pero, como dice el título, lo que queda claro es que, esta vez, triunfó la razón.